Clive Crook

La crisis fiscal estadounidense es un juego de moralidad

Por: Clive Crook | Publicado: Martes 5 de julio de 2011 a las 05:00 hrs.
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El Centro de Política Bipartidista (BCP, su sigla en inglés), un centro de pensamiento de Washington que se esfuerza por reunir a demócratas y republicanos, acaba de publicar un informe sobre lo que podría pasar si fracasan las conversaciones para elevar el techo de la deuda. Describe un escenario oscuro. Véalo así: EEUU contempla el mayor error no forzado en la historia de la política económica.



Después del 2 de agosto, según el Tesoro, las operaciones del gobierno llegarán al techo, creando la posibilidad de un default. Algunos republicanos, deseosos de llevar las apuestas al límite, no creen en ese plazo fatal. El Tesoro tiene que haberse dado más tiempo, dicen.

Los analistas del centro examinan las entradas y salidas día a día y concluyen que el verdadero plazo límite podría incluso ser el 2 de agosto y “probablemente no después del 9 de agosto”. El resultado no sería un “cierre” superficial del tipo visto por Washington antes, sino una interrupción de operaciones sin precedentes, con resultados caóticos.

Todavía creo que habrá acuerdo. Pero incluso si tengo razón, no debe oscurecer la gravedad de lo que ocurre. EEUU está experimentando una crisis de gobernanza. Lo sorprendente es que el ejercicio del BCP no fue frívolo. Cuesta creer que EEUU esté discutiendo los parámetros de un incumplimiento voluntario de la deuda.

Uno se pregunta qué causa la reluctancia patológica de los políticos en EEUU a comprometerse o a ver la menor partícula de mérito en los argumentos de la otra parte. Esto va más allá del desacuerdo respecto de hechos o teorías económicos.

Vi hace poco a una audiencia mayoritariamente liberal en el Festival de Ideas de Aspen revolverse nerviosa en su asiento mientras Jonathan Haidt, un sicólogo social en la Universidad de Virginia, ofrecía su propia explicación. Por años, el profesor Haidt ha investigado lo que llama la intuición moral de liberales y conservadores. Encuentro convincentes sus conclusiones. Se reducen a que se necesita un sicólogo para hacer que la política fiscal tenga sentido.

El profesor Haidt encuentra que los liberales son guiados sobre todo por justicia y daño a las víctimas. Los conservadores son guiados por esas intuiciones también, pero además lealtad, autoridad y pureza. Estas no son tanto visiones como impulsos morales profundamente incorporados. Con frecuencia están envueltos en religión o falta de ella. Transgredirlos es un tipo de sacrilegio.

En EEUU, las diferencias en estas bases morales-sicológicas son muy marcadas. Mientras más progresista es uno, más difícil resulta comprender las aseveraciones de lealtad, autoridad y pureza. Mientras más conservador es uno, más indispensables parecen esas afirmaciones.

¿Por qué se retorcía la audiencia en Aspen? Porque el profesor Haidt también destaca que el espectro conservador más amplio de intuiciones morales es la norma global. Esos impulsos conservadores son casi universales a través de religiones y culturas mundiales. Los liberales seculares son la anomalía.

La tragedia de la política estadounidense -no es nada menos- es que estas dos comunidades morales no sólo fallan en reconocer la otra contribución crucial para el éxito estadounidense, sino que han llegado a despreciar al otro. Es la profundidad de esta hostilidad lo que anima a los progresistas en la base demócrata y a los activistas del Tea Party que batallan por tomar control del partido Republicano. Las bases de la crisis de gobernanza son morales.

¿Ayuda entender esto? Debería porque sabemos lo que se necesita para que comunidades morales diferentes convivan cómodamente: tolerancia y respeto.

Estos necesitan comenzar a fluir en ambas direcciones, pero escribo desde un Aspen progresista e insistiré en el punto sobre los liberales. Uno expresa un respeto elaborado por culturas y religiosas foráneas, pese al sitial que dan a la lealtad, autoridad y pureza. Uno no desprecia a los musulmanes. No se ríe de los budistas. Por difícil que pueda ser, trate de brindar algo de esa cortesía a sus vecinos, incluso si son cristianos evangélicos. Podría hacer toda la diferencia para la política fiscal.

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